La propuesta desarrolla una extensión del Plan Borzi como sello histórico de la ciudad creando una nueva fachada hacia el mar. La transición desde la ciudad hacia la nueva playa y el mar se articula a través de una nueva franja verde que ocuparía la antigua red ferroviaria, planeando mantener una de las líneas subterráneas como línea de metro ligero para la ciudad.

El espacio abierto utiliza la topografía entre la ciudad y el mar para crear pliegues en el terreno donde se ubican servicios públicos y usos recreativos. Para el nuevo centro de atracción publica demandado, se propone una Torre de Servicios con un Intercambiador de Transportes en su base (tren, tranvía, autobús y estacionamiento subterráneo), conectando el nuevo desarrollo con la ciudad histórica con la Cittadella. Esto permitiría compatibilizarlo también como un centro de ocio para el nuevo puerto deportivo que se incluía también como parte de la propuesta.

La privilegiada posición de este nuevo elemento vertical, no sólo desde su relación con la ciudad, sino como referente también desde el mar no evitaría cargar con el peso de un cierto carácter icónico. Proyectar un edificio en altura nos conecta irremediablemente con el poder evocador de la columna clásica, como elemento de sostenimiento o como objeto que marca un límite o un camino. Y con su belleza, siempre aparejada a la matemática, la proporción.

Siguiendo los cánones clásicos, muestra con claridad sus tres elementos principales. Forma y cerramiento son partes de la misma unidad, con un ascenso y desarrollo en espiral que evoca el sentido de la marcha y que busca resolver el problema recurrente de su coronación. Si a lo largo de la ascensión un programa terciario de oficinas, hotel, etc., ocupa la mayor parte de los niveles, en su ensanchamiento y remate, la Torre se vería culminada por un programa cultural, el Museo del Estrecho de Messina.

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